miércoles, 20 de abril de 2011

Homilia de Mons Jaime Fuentes, Obispo de Minas

 
         Es Martes Santo. Jesús está reunido con sus apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén y les habla en un tono como nunca lo había hecho. Se refiere a su partida de este mundo, habla de la traición de uno de ellos… Los apóstoles no entienden…

         ¿Estaría presente la Virgen en la Última Cena del Señor? Es muy posible que sí,  que estuviera en silencio, en un lugar cercano, acompañada por otras mujeres que seguían a Jesús. ¡Cómo serían los latidos de su Corazón al escuchar a su Hijo!

         Dios quiso que la Virgen participara plenamente en la obra de nuestra redención. En consecuencia, tuvo que seguir los pasos de Jesús: vivir la pobreza en el nacimiento, en Belén; la vida oculta en Nazaret; el momento en que Jesús manifestó su divinidad, en Caná; y todo lo que sufrió cuando iba camino de la Cruz y cuando Jesús murió en ella. Después, toda la felicidad: para siempre, en el Cielo, junto a su Hijo.

         María Santísima nos precedió en la imitación de Jesús y su glorificación en el Cielo es la esperanza firme de que también nosotros podremos llegar a ella. La Virgen no se va al Cielo para desentenderse de nosotros: TODO LO CONTRARIO. Cuando estaba el pie de la Cruz Jesús nos la entregó por Madre y desde entonces Ella cuida de cada uno de sus hijos como si fuera el único que tiene…

         Una muestra evidente de sus desvelos maternales es esta fiesta de hoy, que tiene un marco muy especial que es necesario destacar.

         En nuestra patria estamos festejando los 200 años desde que comenzó el proceso de emancipación, que culminó con la declaración de nuestra independencia. Rendimos homenaje a aquellos hombres y mujeres que lucharon por ese ideal de formar el pueblo libre que somos hoy. Y todos nosotros, que hemos venido a venerar a nuestra Madre, la Virgen del Verdún, lo hacemos con un profundo sentimiento de gratitud: porque hoy se cumplen nada menos que 110 años desde que fue bendecida esta imagen de la Purísima Concepción que se levanta en la cumbre del Cerro. Celebramos 200 años del proceso de nuestra independencia; y con el mismo y aún mayor fervor, celebramos 110 años de nuestra dependencia de la Madre de Dios y Madre nuestra que desde su Cerro del Verdún intercede por sus hijos uruguayos.

         ¿Cómo ha sido posible este fenómeno de piedad nacional, que se ha verificado a lo largo de tantas generaciones de nuestro pueblo? ¿Qué pasó en este lugar, para que mujeres y hombres uruguayos vengan a él cada 19 de abril a buscar a la Madre, para agradecerle, para rogarle?... ¿Quiso aparecerse aquí, como lo ha hecho en otros lugares del mundo, como Lourdes o Fátima? No, no ha habido ningún hecho extraordinario. Sin embargo, todos tenemos experiencias indudables de la intervención maternal de María Santísima en nuestra vida: se trata de favores menudos o grandes, de solución de problemas personales o familiares de salud, de trabajo, de amores… En fin, se trata de toda la gama de necesidades concretas que cualquier hijo confía a su Madre, con la seguridad de que ella encontrará el modo de resolverlos. En definitiva, todos somos deudores de gratitud a la Virgen, que interviene ordinariamente y hasta de modo extraordinario, si hace falta, en nuestra vida. Por eso, hoy le decimos GRACIAS DE CORAZÓN.

         Al mismo tiempo, conscientes de que somos herederos de una tradición riquísima de piedad mariana, sentimos el deber de continuar transmitiéndola a los hijos, a los nietos, a los amigos… Han pasado 110 años desde que una peregrinación de más de 3.000 personas, presidida por Monseñor Mariano Soler llegaron aquí y veneraron a la Virgen por primera vez. La idea de colocar la imagen fue de un sacerdote, el P. José de Luca, que transmitió su ilusión a los propietarios del Cerro, el matrimonio formado por don Pedro Dartayete y doña María Ariza. Ellos aceptaron encantados la idea y, además de donar estos terrenos, colaboraron con entusiasmo en la obra de edificación del templete. Les damos las gracias…

         En setiembre del año 1900, el periódico de Minas “La Paz católica” adelantaba el motivo por el que se iba a colocar la imagen de la Virgen en el Cerro del Verdún: Será un cristiano recuerdo del siglo XIX y en los albores del XX. Será un homenaje a Cristo Redentor y a su Inmaculada Madre, y el primer acto de esta índole que se realiza en la República  y que honra mucho a nuestro departamento.

Corría el año 1901, se estaba estrenando el siglo XX, y nuestro joven país entraba ya por los caminos del desarrollo económico y social, no sin dificultades sangrientas como las revoluciones de 1903 y 1904. En el plano de las ideas, es la época del racionalismo, del liberalismo, de un espíritu anti clerical que terminaría en la completa separación de la Iglesia y el Estado, en 1917.
Han pasado 110 años y la historia de nuestra sociedad uruguaya ha conocido épocas mejoras y peores que no es del caso profundizar aquí y ahora. Pero sí hay que decir que la Iglesia, que formamos todos los hijos de Dios que hemos recibido en ella el santo bautismo, en cada periodo de nuestra historia hemos encontrado en la Virgen, Madre de la Iglesia, fortaleza y serenidad, apoyo y esperanza.

Hoy estamos en uno de esos momentos en los que el recurso a la Virgen se hace especialmente necesario. No podemos olvidar cómo el Papa Juan Pablo II, que dentro de pocos días va a ser proclamado Beato, nos animaba en su Carta sobre el Rosario a rezarlo con fe, pidiéndole a la Santísima Virgen por dos intenciones particulares: la paz en el mundo y la familia. Quisiera encomendarle a Nuestra Madre del Verdún, que cuide a nuestras familias y, más aún, que interceda por la misma institución de la familia, que es la base de la sociedad.

 Estamos en un momento en el que se hace necesario tener claridad de juicio, sabiduría, ya que de distintas maneras, de hecho –no juzgo las intenciones- es fuertemente agredida. En primer lugar, es urgente defender la familia, porque una ley pretende dar carta libre a que cualquier madre pueda eliminar al hijo que lleva en su vientre.

Es importante reflexionar. Hoy se cumplen 6 años de la elección del Santo Padre Benedicto XVI –que la Virgen nos lo conserve muchos años más- que permanentemente nos invita a pensar. Decía el año pasado: Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. (…) No existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción (Vísperas I Domingo de Adviento 2010).

  En esa misma línea, hace poco más de dos años el entonces Presidente Tabaré Vázquez, profesional médico de prestigio, vetó la despenalización del aborto, explicando que la ciencia revela de manera evidente (…) la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación (…) Desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Podemos preguntarnos: ¿ha cambiado la ciencia en estos dos años, de tal manera que ese argumento científico ya no tiene valor? Continuaba el ex –Presidente: El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.

Si siguiera adelante este proyecto de ley que se encuentra a estudio en nuestro Parlamento, cada uno deberá tener bien claro en su conciencia, que aunque cien parlamentos aprobaran una ley de ese estilo, el aborto no dejaría de ser un gravísimo delito, una gran ofensa a Dios. Sigue en pie la propuesta que hacía el Presidente Vázquez, a quien nombro expresamente para hacer ver que el problema del aborto no es un asunto religioso, sino que es el más humano de los problemas: decía: para resolverlo, lo más adecuado es buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.

Trabajar en defensa de la familia quiere decir también respetar su principio básico, que es el matrimonio. El matrimonio ha sido, es y siempre será exclusivamente la unión conyugal entre un hombre y una mujer, que comparten su vida formando una comunidad de amor abierta a la generación de nuevas vidas. Que haya otro tipo de uniones y que la ley vea oportuno regularlas es otro tema, pero sería una profunda ofensa cívica pretender igualarlas con el matrimonio. Matrimonio viene de MATRIS, madre, y MUNUS, oficio, papel… Matrimonio, por propia definición, es apertura a la maternidad.

Le pido a la Virgen que nuestros gobernantes tengan sabiduría, que piensen en el verdadero bien de los ciudadanos, sin dejarse influir por corrientes ideológicas promovidas por organizaciones internacionales que juzgan a las personas según sus cálculos de beneficios económicos. Al mismo tiempo, le encomendamos a nuestra Madre del Cielo que nos dé fuerza apostólica para saber no sólo resistir, sino para difundir con claridad, serenamente y sin agresividad, el patrimonio invalorable de nuestra fe.

No queremos imponer a nadie nuestra visión de la vida; sí queremos y debemos proponerla con la convicción de que en ella se encuentra un tesoro de inagotable valor, que ha engendrado y sigue engendrando, en nuestro país como en todo el mundo, hombres y mujeres íntegros, comprensivos, sacrificados, generosos, que se preocupan  por el bien de los demás, que entienden la existencia como el tiempo que Dios nos da para conocerlo, amarlo y servirlo, para ser útiles a los demás y conquistar con su ayuda la vida para siempre.

Cuidemos la institución familiar y cuidemos la propia familia. El 1º de abril de 1987, en la inolvidable Misa celebrada en Tres Cruces, el papa Juan Pablo II nos decía: Ante las dificultades que puedan surgir dentro de la vida conyugal, no os dejéis desorientar por el fácil expediente del divorcio que sólo da apariencias de solución, pues en realidad se limita a trasladar los problemas, agravándolos, hacia otros ámbitos. Los cristianos saben que el matrimonio, indisoluble por naturaleza, ha sido santificado por Cristo, haciéndolo participar del amor fiel e indestructible entre El y su Iglesia (Ef 5, 32). Frente a las tensiones y conflictos que puedan aparecer, sobre todo cuando la familia está envuelta por un clima impregnado de permisividad y hedonismo, recuerde que  está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la reconciliación, esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada. De manera especial, mediante la participación en el sacramento de la reconciliación y en la comunión del Cuerpo de Cristo, las familias cristianas encontrarán la fuerza y la gracia necesaria para superar los obstáculos que atentan a su unidad,  no olvidando además que el verdadero amor se acrisola en el sufrimiento. Un año más tarde, cuando volvió a nuestro país, insistía: ¡La fidelidad no se ha pasado de moda! Podéis estar seguros de que son las familias verdaderamente cristianas las que harán que nuestro mundo vuelva a sonreír.

A lo largo del día de hoy, subiremos el Cerro para ir a buscar a la Virgen y en Ella encontraremos, como siempre, a la Madre buena que se alegra un año más de ver a sus hijos… Junto con las intenciones que cada uno le llevará, les ruego que tengan presente lo que acabo de decir. Tenemos mucho que hacer: estamos celebrando el Bicentenario del proceso de independencia de nuestra patria, que “nació católica”, como el mismo Juan Pablo II nos repitió. Demos gracias a la Virgen del Verdún por lo que hemos logrado como país en estos dos siglos y por los 110 años de cuidados maternales que ella brinda a sus hijos uruguayos en este lugar. Quisiéramos que hoy fuera un día para comprometernos en tener una dependencia aún mayor con la Virgen, con la seguridad de que su Inmaculado Corazón triunfará, como Ella lo aseguró en Fátima.

Que Ella nos lleve a Jesucristo, Nuestro Señor, Príncipe de la Paz y Rey del universo. Que así sea.


No hay comentarios:

Publicar un comentario